CONCHITA BADÍA EN LA ARGENTINA CARLOS MANSO y Acto de sitial
Ejemplar dedicado, fechado 1998 y firmado por el autor en la página de cortesía. En la dedicatoria, para el señor Vaccari, se menciona a una amiga en común: Haydee Helguera, artista.
Y con una invitación Mecanografiada y firmada, al evento “Los académicos y sus sitiales” 15 de mayo de 1998, de la Academia Argentina de Música a realizarse en la sociedad científica argentina. Se acompaña también con el programa del acto.
En este acto, el autor, (y tres académicos más), CARLOS MANSO, tomará su sitial Haydee Helguera.
(A los miembros titulares de la Academia se les asigna un sillón o sitial que lleva el nombre de una personalidad del pasado, vinculada con el quehacer de la Academia, en homenaje perpetuo a su memoria).
Libro con prólogo De Joaquín Rodrigo
Badía i Millás, Concepció. Conchita Badía. Barcelona, 1897 – 1975. Cantante y pianista.
Fue alumna de Enrique Granados, quien le dedicó diversas obras.
Fue una de las sopranos más destacadas del siglo XX en el campo de la canción culta y popular. Debutó en el Palau de la Música Catalana en 1913 y estrenó, acompañada de Granados, las Amatorias. Sobresalió en el lied por su voz y por el dominio de diversas lenguas, en particular el francés, el alemán y el italiano. Interpretó a Alió, Pedrell, Amadeu Vives, Jaume Pahissa, Robert Gerhard, Narcís Bonet, Xavier Montsalvatge, Joaquim Homs y Lluís Millet, entre otros. Pau Casals la acompañó en diversas ocasiones. Interpretó por primera vez el Parsifal wagneriano y en 1916. Al morir su maestro Granados, inició su carrera internacional que la condujo a varios escenarios del mundo y en particular a Argentina, donde desarrolló una extensa actividad. En 1932 participó en una gira musical organizada por la Generalitat de Cataluña en Francia. Trabajó en São Paulo junto con Heitor Villa-Lobos. Instalada en Buenos Aires en 1939, al acabar la Guerra Civil española, interpretó el repertorio de Granados y de Joaquín Nin, y en particular de Manuel de Falla, que se había exiliado en la capital de Argentina, así como la producción musical de autores argentinos entre los que destacan Juan José Catro, Ginastera, Guastavino y Suffren. Frederic Mompou le dedicó El testament d’Amèlia. Interesada en dar a conocer obras catalanas en América, actuó en Radio El Mundo y viajó por todo el Cono Sur latinoamericano. Entre 1946 y 1947 decidió regresar a Barcelona, donde se dedicó a divulgar la música latinoamericana. Un año después estrenó La Rosa als llavis, obra de Eduard Toldrà y de Joan Salvat-Papasseit. Dedicada a la enseñanza, formó alumnos en el Conservatorio Superior Municipal de Barcelona y fue maestra de la conocida cantante Montserrat Caballé que registró Recuerdo a Conchita Badía. Participó en los cursos internacionales Música en Compostela, en Santiago de Compostela. En 1969 le fue otorgada la Medalla de Oro de la ciudad de Barcelona. Fue designada jurado en concursos internacionales, como el de Canto de Río de Janeiro de 1963. En 1975, en el Salón Dorado del Teatro Colón de Buenos Aires, se le realizó un homenaje presentado por Carlos Manso y durante el cual Luisa Vehil leyó el texto A orillas de la música, un día de Conchita Badía, escrito por Paco Aguilar. De su discografía cabe citar Vidala, de López Buchardo; Se equivocó la paloma, de Guastavino; Triste estoy, de Anna Serrano Redonnet; Ya no puedo más, señora, de Roberto García Morillo; Canción 17, de “Ora marítima”, poesía de Rafael Alberti; Canción al árbol del olvido; Arrorró, de Ginastera; Copla, de Abraham Jurafsky; Azulão, de Ovalle; El Noi de la Mare; Els fadrins de Sant Boi; L’Hereu Riera; Homenaje a Granados; La Renaixença, y Canciones Sudamericanas acompañada de Pere Vallribera. En 1986, el Casal Català de Buenos Aires, en reconocimiento a su trayectoria musical en la ciudad y en particular a su actuación en el famoso Teatro Colón, le rindió un homenaje póstumo.
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Evocar hoy a Conchita Badía, es volver a un pasado para mí inmediato, cargado de historia, sí, pleno de ilusiones y gratitudes. Ya conocía el encanto mágico de su arte, allá, por la década del 40 en la Argentina, cuando su nombre era símbolo de la mejor música española, y recuerdo que sus audiciones radiales eran aguardadas y comentadas los miércoles y sábados en nuestras largas esperas de turno a "las clases de conservatorio" del Maestro Scarammuzza. Más aún con las actuaciones de Manuel de Falla. Ya eran una consigna para los estudiantes de música. Un deber musical. También, sentí el impacto de su presencia sobre el escenario del Colón en la Rural de Palermo, cuando aquella única representación de La Verbena de la Paloma por los artistas españoles en Buenos Aires, a beneficio de los damnificados por el terremoto de San Juan. Ella llevaba la prestancia, la gracia innata de la mujer española, y fue punto culminante en esa velada inolvidable cantando El majo discreto y Las hijas del Zebedeo que largamente aplaudimos. Luego viví con nostalgia su ausencia del país, su retorno a España. Aquí sólo quedaban sus grabaciones y el recuerdo profundo de la admiración y el cariño que se había granjeado durante su estancia de ocho años. A la distancia Granados nos unía sin conocernos, pero yo abrigaba la esperanza de estudiar con ella un día y mi destino "provocado", fue llegar una mañana a sus clases con el álbum de Tonadillas, que hacía mucho tenía. Iba a la verdad de la música. A la verdad del ser humano. Porque en ella corrían parejas estas dos verdades. Y yo entraba, así a "la religión de la música". Desde 1963 y hasta su muerte, recibí siempre su enseñanza, su consejo, su amistad, su amparo maternal, valorados y dimensionados por el paso del tiempo, ya fuese que estuviéramos juntos, o separados por el inmenso Atlántico. Además, este trabajo me llevó a profundizar en esa década confusa de república y guerra civil españolas. He conocido su valor como mujer y su caridad cristiana. A ello van unidas su actividad artística y su capacidad humanística. Y hoy, a tantos años de su partida, vuelvo a evocarla con la fidelidad del alumno agradecido, del "amigo del alma", como me llamó, como hace tres décadas, como ayer. - CARLOS MANSO.
Editorial Tres Tiempos, Bs As 1990 Tapa Blanda con solapas, 669p. 20x14cm. Fotografías en B/N.
Muy buen estado, roces y manchas en cubierta, interior excelente estado.
Folleto con unas fechas y otro nombre escrito.
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