1 cuota de $30.000 sin interés | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% | Total $30.000 |
2 cuotas de $17.995,50 | Total $35.991 | |
3 cuotas de $12.305 | Total $36.915 | |
6 cuotas de $6.805,50 | Total $40.833 | |
9 cuotas de $4.862 | Total $43.758 | |
12 cuotas de $3.816 | Total $45.792 | |
24 cuotas de $3.080,13 | Total $73.923 |
3 cuotas de $12.783 | Total $38.349 | |
6 cuotas de $7.040 | Total $42.240 |
3 cuotas de $12.916 | Total $38.748 | |
6 cuotas de $7.090,50 | Total $42.543 | |
9 cuotas de $5.305,67 | Total $47.751 | |
12 cuotas de $4.345,25 | Total $52.143 |
18 cuotas de $3.108,67 | Total $55.956 |
LIBERTARIO BLENGIO PAISAJES, LIBRO DE POESÍA GAUCHESCA.
Libertario Blengio de festivales y jineteadas. 1976. 17p. cubierta de papel, edición del autor.
Con una dedicatoria. Buen estado.
Reseña por Carlos Raúl Risso:
El 10 de marzo de 1918, nacía en Baigorrita, partido de Gral. Viamonte, Líbero Carlos Blengio, quien sería el poeta Libertario Blengio.
De allí, de Baigorrita, por cuestiones de trabajo, la familia se trasladó a la zona de El Dorado, en Leandro N. Alem, hasta que a los 25 años Libertario se radicó en José C. Paz, donde vivió hasta el final de sus días.
La vida lo obligó a desempeñarse en todas las tareas rurales, siendo las que más lo marcaron la de carrero y tambero, sin olvidar que a veces supo domar para su propia silla, y otras por encargo de alguien de la vecindad.
Fue por los 10 años cuando compuso sus primeras rimas: había quedado al cuidado de una chata que se rompió en el camino, y en la larga espera, mientras aguardaba volvieran a repararla, compuso cuatro cuartetas.
En la década del ‘60, cuando ya estaba cerca de los 50 años, asistió un día a la audición “Amanecer Argentino” atraído por lo que allí sucedía con cantores y payadores, y todo lo que se hablaba de las fiestas criollas, y ya nunca más pudo apartarse de la huella: fue como que el destino allí lo estaba esperando.
Abandonó todas sus actividades abocándose a escribir y llevar esos versos a modestos folletos, con los que empezó a acercarse a todos los fogones de que tenía noticia, y es de allí que le sobreviene su apodo: “El Fogonero”.
Vender sus pequeñas publicaciones, animar desfiles, reuniones de canto y jineteadas, se trasformaría en su modo de vida, siempre a lo largo y ancho del país.
Su cara enmarcada por una tupida barba blanca y su mirada bonachona, aparejada a su campechana forma de ser, lo volvían un ser simpático y querible, que no tenía problema en acomodarse en el rincón más apartado, eso sí: hasta que se izaba la bandera, porque entonces le brotaba de muy adentro el verso con que gauchamente floreaba al pabellón nacional.
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